lunes, 30 de junio de 2008

“Doña Javiera” su patria libre quería

• Similar a la heroína de la Independencia, la peña fundada por Nano Acevedo en 1975 también quería liberar la patria a punta de canciones. Cuando la bota militar aplastaba los sueños, cuando el puro hecho de soplar una quena era motivo de sospecha, ahí, en ese contexto, este mítico reducto cumplió una decisiva, soterrada y poco reconocida misión cultural.

• Este viernes tuvo lugar la penúltima jornada del ciclo “Música y Compromiso” en el Centro Cultural España, con un homenaje a la primera peña “comprometida” que nació luego del golpe militar.

Contó alguna vez Nano Acevedo que su adoración por la figura de Javiera Carrera partió desde muy niño cuando devoraba libros de la Independencia de Chile. Admiraba su consecuencia, sus ideales, su valentía, fineza y “su mirada orgullosa”, como dice el popular tema de Rolando Alarcón.

Cuando a Acevedo le tocó hacer frente a la barbarie dictatorial, cuando hubo que decidir si dormirse en los laureles o dar la pelea, él tuvo la firme convicción de instalar una peña en 1975 que sirviera de refugio a los cantores postergados, en calle San Diego, al frente del Teatro Caupolicán. Otra decisión hubiese significado desconocer su propia historia.

Y cómo no: la bautizó como “Doña Javiera”. ¿Habrá sido como parir un hijo? Nano nunca lo sabrá, pero algo de eso tiene que haber.

“Doña Javiera” fue la primera peña nacida como respuesta a la dictadura, cuyo propósito era brindar un espacio a artistas que habían sobrevivido a la insolencia castrense y que se mostraban contrarios a los postulados de los militares en el poder. De ahí se desprende uno de sus tantos méritos, pero en absoluto es el único.

Con pocos recursos y acechados por la mano negra de la persecución, el recinto fue un verdadero semillero de creación entre 1975 y 1980, presentando en el modesto tablado a lo más granado de los artistas “disidentes” a los que naturalmente los megacircuitos culturales les cerraron las puertas y soportando constantes redadas policiales.

Hoy muy pocos reconocen la enorme contribución de “Doña Javiera” a mantener intactos los cimientos del canto durante la época de la sinrazón, porque cuando gobierna la desmemoria es mucho más cómodo y facilista caer en los tentáculos del olvido. He ahí para mi gusto la importancia de homenajear a esta peña que fue la primera entre tantas otras que derrocharon solidaridad en aquel convulsionado Santiago.

El homenaje al “natalicio” número 33 de “Doña Javiera” se realizó este sábado en el Centro Cultural España y fue la penúltima jornada del ciclo “Música y Compromiso” que por tercer año consecutivo viene cumpliendo una admirable tarea en el rescate de nuestras raíces.

Con vino navegado y sopaipillas para los asistentes, desfilaron por el escenario artistas consagrados y emergentes, tal como le gustaba alternar a Nano Acevedo en su peña. Fernando Ubiergo, Eduardo Yáñez, Alejandro Gallo, Leonardo Recabarren, José Cerpa, Ventanal, Taller Calahuala y Curacas, fueron algunos de los solistas y grupos que extendieron la jornada por cerca de cuatro horas ante un público entusiasta pero también respetuoso.

Quiero destacar la presencia de Voces del Trumao, un conjunto más bien de bajo perfil en el cancionero nacional, pero que demostró por qué acumulan tantos años en esto del canto. En particular, su director Nelson Gallardo deleitó con su interpretación de “Cantor de oficio”, aquella emblemática canción del argentino Miguel Ángel Morelli.

No quiero tampoco pasar la oportunidad de dirigir unas palabras para el “cuasi-poeta” Toño Kadima, que todavía lucha desde la trinchera cultural con su Taller Sol en Plaza Brasil. Este hombre que influido por la plástica y la poesía deambulaba población por población buscando sobrepasar los miedos en un clima de espanto, dejó en claro que así como “Doña Javiera”, otras peñas nacidas en el centro de la capital –como “La Parra” que él fundó- también aportaron su granito de arena para sacar al caballero de su trono.

El cierre de la jornada no pudo ser mejor. De eso gran responsabilidad le cupo al Grupo Antillanca que presentó una obra titulada “El Chiloé de ayer” -por lo que recuerdo- donde se recrearon las danzas de la isla en un espectáculo que conjugó teatro y música. Un corolario de lujo para una noche de ensueño en que por única vez se vio a “Javiera” revivir en gloria y majestad.