lunes, 22 de diciembre de 2008

Las cadenas del "insilio"

("Intento" de discurso leído en la ceremonia de premiación del concurso "Escrituras de la Memoria 2008", Centro Patrimonial Recoleta Dominica, 20 de diciembre de 2008)

“Acá se habla mucho del exilio, pero no he leído nunca nada del insilio”. Estas palabras de uno de nuestros entrevistados, Pedro Aceituno, de Curacas, un grupo que nació en la peña de los Parra (antes del golpe), me marcaron profundamente y me hicieron entender que íbamos por la senda correcta. El “insilio”, ese exilio interior, el exilio en el propio país, la poca valoración del trabajo cultural hecho a mano y sin permiso, han marcado la existencia de los artistas que debieron lidiar contra viento y marea en las circunstancias más oprobiosas que conoció nuestra patria.

Esta obra viene muy humildemente a pagar una deuda pendiente no sólo con los artistas alternativos de la época que participaron en las peñas, sino con todos aquellos dirigentes, pobladores y disidentes al régimen que sacrificaron hasta sus vidas con tal de volver a respirar bajo un clima democrático.

“Los hombres sin historia son la historia; grano a grano se forman largas playas”, decía Silvio Rodríguez por ahí. Yo agregaría para no discriminar: “Los hombres y mujeres sin historia, son la historia”. Parece ser este un completo resumen de la labor de estos artistas: héroes sin capa, sin plazas ni calles que los recuerden, pero que de forma larvada –en las peñas, en las poblaciones, en sindicatos y universidades- dieron un paso sustantivo en impregnar de luz un período de neta oscuridad, con sus canciones semiclandestinas y metafóricas.

Por eso, fue muy saludable comprobar que el término “apagón cultural” corrió sólo por parte del oficialismo, con su televisión empalagosa y sus diarios permisivos, porque subterráneamente se multiplicaron como margaritas, centros culturales, compañías de teatro, actos solidarios, como nunca en otra época de nuestra historia. O sea, apagón cultural, sí, pero oficial; al mismo tiempo emanó un florecimiento cultural alternativo con una fraternidad, sentido y fuerza trascendental, cuyo primer eslabón –creemos- fueron las peñas que surgieron en el centro de Santiago.

En estas peñas, en estos minúsculos recintos armados a puro ñeque, con luz de vela y una breve tarima, los artistas estaban lejos de creerse superestrellas. Por algo se paseaban entre las mesas, conversaban con el público aprovechando la penumbra, cortaban frutillitas para el borgoña y hacían el aseo. No bastaba con llegar, subir y cantar en el escenario; era una cuestión de supervivencia del arte y todos debían aportar por igual.

El apagón definitivamente se apagó, aunque quienes debieron soportar las penurias en medio de la barbarie, todavía están sumidos en los tentáculos del olvido, en estas férreas cadenas del “insilio” que se hace necesario romper.

Esperamos sincera y modestamente haber contribuido al menos a aflojar estas cadenas del insilio… Muchas gracias.